Soy consciente de que, en principio, el título de este artículo puede llevar a confusión y parecer contradictorio. Pero no se dejen engañar por una sola frase y acompáñenme en el desmenuzado de cada uno de los motivos que colman de razón tal enunciado.
Una de las tareas que más nos apasiona en la agencia de publicidad Portavoz es comunicar, comunicar bien.
Quizá por ello me llama poderosamente la atención la gran cantidad de empresas o marcas que todavía no son conscientes de la gran importancia que tiene desarrollar un plan de comunicación con cierta coherencia.
El crecimiento de una empresa o marca se basa, principalmente, sobre tres pilares maestros que todo aquel que se plantee emprender un negocio debería tener identificados. El producto-servicio, la estrategia y el marketing-comunicación. ¿Adivinan cuál es el menos importante en la mayoría de los casos? Exacto, el producto.
¿De qué nos vale tener el mejor vino de España si no somos capaces de contárselo al mercado?
Puedes tener una empresa que fabrica un producto innovador y revolucionario, que incluso podría cambiar el mundo, que como no seas capaz de comunicar y transmitir lo realmente maravilloso que es, puedes ir echando la persiana.
Cuando creemos que no merece la pena tener un plan de comunicación porque en el sector en el que nos movemos no es necesario, estamos barnizando nuestro propio ataúd empresarial. El problema es aún mayor si nos empeñamos en mirar hacia otro lado a la hora de tomar conciencia de que es imposible no comunicar. IM-PO-SI-BLE.
Veamos, que levante la mano quien no se haya encontrado alguna vez con un empresario que se ha pasado un buen rato hablándonos de lo bueno que es su producto o servicio. Que si miman hasta el último detalle, que si ofrecen una calidad muy superior a la de su competencia, que si el trato al cliente es óptimo, etc. Pero cuando se despide nos deja su tarjeta de visita por si necesitamos cualquier cosa y… ahí está, ¡zasca!, una cuenta de mail genérica. ¿Y tú eres muy profesional? Amigo mío, acabas de tirar por la borda todo tu discurso. El pensamiento estándar puede ser, “bueno, ¿qué importará si es una cuenta Gmail en vez de una con mi propio dominio?”. Pues claro que importa, importa mucho. El cliente o usuario, de forma inconsciente, está detectando que lo que tú dices que eres y lo que realmente demuestras ser, son cosas totalmente distintas, por tanto, estamos provocando una importante falta de confianza. Ya estamos comunicando y, de momento, no juega en nuestro favor. Pero total, ¿qué más dará? ¿no?
Otro ejemplo muy en boga en nuestros días. Estoy interesado en comprar un coche de ocasión. He visto algunas compraventas en mi ciudad, pero no tengo claro a cuál dirigirme. Me gustaría que fuese una empresa que me ofrezca garantía, confianza y profesionalidad (vamos, como todo el mundo). Para filtrar y decidir cuál visito voy a ver qué tipo de automóviles e instalaciones puedo encontrar en sus RRSS, y me encuentro que su última publicación dice: “Feliz Año Nuevo 2013”. Compraventa descartada automáticamente. Desidia, despreocupación y dejadez. Eso es lo que estoy transmitiendo cuando no comunico.
Y es que en el mundo de las marcas y la empresa hay que ser como la mujer del César. Además de ser extraordinariamente buenos, hemos de parecerlo. Y si “cogemos un megáfono” y se lo contamos al mercado, miel sobre hojuelas.
Es por esto que insisto e insistiré hasta la saciedad con muchos clientes y amigos, en la tremenda importancia que tiene cuidar hasta el último detalle de nuestra marca y por supuesto comunicarlo a través de los canales oportunos en tiempo y forma, y para eso no queda más remedio que desarrollar un plan de comunicación.
No importa si mi empresa factura 100 millones de euros al año o es una startup, no hay excusa. Cada una diseñará un plan acorde con sus posibilidades, pero lo llevará a cabo con coherencia y disciplina. De lo contrario es complicado crecer.
Y tú, ¿comunicas?
Fuente:
http://murciaeconomia.com/not/56176/no-comunicar-dice-mucho-de-ti-hellip-/