La cara es la pantalla de la manifestación de las emociones. A través de los gestos pueden evaluarse características de la personalidad de quien nos hace el gesto, no obstante que, en muchos casos, son interpretaciones del proceso, suelen existir señales de emociones en el rostro, cuya evaluación puede ser universal en muchas culturas.
Indicamos nuestros pensamientos, intenciones y sentimientos con gestos y lenguaje corporal. La mitad de nuestra comunicación interpersonal en promedio es no verbal, cuando decimos que los gestos dicen más que mil palabras es porque existe una discrepancia entre la lógica de lo que vemos y lo que interpretamos.
El cerebro interpreta el movimiento de los ojos, la mirada y la disminución de la apertura de los parpados de la que nos da información. Lo hacemos con la amígdala cerebral, giro del cíngulo y corteza prefrontal. Un neonato no ve el rostro, ve los ojos, gradualmente aparece la cara de su interlocutor en la vida del bebé, después y para siempre, este proceso dará interpretaciones de la conducta de nuestros interlocutores; será lo más común de nuestros días.
Los ojos transmiten información: detona principalmente atención e interés. Más cuando las personas están muy cerca, la información de los ojos es fundamental.
Ante una sorpresa, abrimos los parpados enseñando más el globo ocular, las pupilas se dilatan: es una señal de atención. Esto lo aprendimos a partir del tercer mes de vida; lo hacemos para que entre más luz a los ojos, procurando entender mejor la realidad.
La adrenalina y dopamina incrementan el metabolismo cerebral en menos de tres segundos, favoreciendo la activación de algunos nervios craneales, con lo que los ojos se sostienen en una posición, siguen con la mirada a las personas, primero por imitación y luego por atención; de esta manera los músculos frontales se desvían hacia arriba en sorpresa, miedo o en contraste en el enojo; la contracción envía hacia abajo la piel.
Estos procesos de los ojos tienen mucho de imitación; los niños lo copian y reproducen desde las primeras etapas de la infancia. Es un hecho que hay más emoción, más elevación de los parpados, más expresividad en la conducta y esta dura más.
Levantar las cejas varias veces es una señal amable de ausencia de tensión, ausencia de miedo. Una sonrisa que arruga la piel junto a los ojos es la que más libera dopamina en nuestro cerebro, y suele ser la más sincera.
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Fuente: https://www.excelsior.com.mx/blog/neurociencias-en-la-vida-cotidiana